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Hombres inmaduros

Hombres inmaduros
Se caracterizan por la dependencia, el miedo a crecer y el desajuste entre la edad cronológica y la emocional. Aunque también se da en mujeres, es más frecuente en la población masculina. Claves para reconocerlos… Y para saber qué hacer.

Hombres inmaduros

La maduración afectiva es un proceso que evoluciona desde la completa dependencia de la infancia hasta la plena autonomía de la edad adulta. En la actualidad, este proceso se ha ralentizado, retrasando el momento de elaborar la edad adulta. Esta tendencia a prolongar la estancia en la adolescencia se ha globalizado y recibe diferentes nombres «prolongación de la adolescencia tardía», «adultez», «infantilismo de la juventud» o «resistencia a la madurez».

Frente a una cultura «light», donde los valores del esfuerzo y la responsabilidad se diluyen en el histrionismo de la imagen y la frivolidad, estos nuevos jóvenes se debaten entre el tentador País de Nunca Jamás y el mundo real. Juventud y madurez en crisis.

Este cambio social no sólo responde a una crisis político-social-económica, sino que trasciende a una crisis educativa, cultural y de estructura nacional. La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha hecho eco de este problema y ha ampliado la etapa tardía hasta los 25 años. Y algunos expertos no dudan en pronosticar que posiblemente se amplíe hasta los 35 años.

Tal y como narra el cuento de James Barrie, hoy en día encontramos a algunos hombres y mujeres que actúan en diversos ámbitos como «modernos Peter Pan» y desempeñan el papel de «niños eternos». El psicólogo Dan Kiley denominó síndrome de Peter Pan a un conjunto de comportamientos caracterizados por una marcada inmadurez, dependencia emocional, miedo a crecer y un desajuste entre la edad cronológica y la emocional.

Esta tendencia progresa en hombres y mujeres a diferentes edades, aunque es más frecuente en la población masculina. No son adultos con rasgos infantiles, sino adultos que no quieren dejar de serlo. Asumen sus obligaciones despreocupadamente sin ser capaces de diferenciar el haber crecido del haber madurado. Tras esas sonrisas imperecederas y ese inmenso deseo de disfrutar de los placeres de la vida se esconden, en realidad, sus inseguridades y miedos a la soledad.

¿Cuáles son los signos de inmadurez tardía?

Al principio, estos hombres seducen con la gracia, la espontaneidad y el amor a la libertad de un boy scout. Pero con el tiempo lo que nos parecía un rasgo simpático deja de serlo. Comprobamos que esta inmadurez afecta negativamente a todo, desde el trabajo hasta las relaciones interpersonales. Pueden adoptar diferentes perfiles y ver afectadas diferentes áreas de su vida. Algunos consiguen alcanzar el éxito profesional o económico durante un largo periodo de tiempo, pero sólo abordando la crisis de forma tardía.

Peter Pan es un niño-héroe que se eterniza evitando cualquier posibilidad de dolor y responsabilidad y sumergiéndose en un mundo de fantasía y diversión. Esta nueva tendencia sigue sus pasos adorando la juventud, la adolescencia y el puro placer. Son personas que desean permanecer libres de compromisos y obligaciones.

En el ámbito laboral

  • Pueden aparentar seguridad y liderazgo, tener una buena posición y ser buenos socializadores. Pero, aun así, no saben qué hacer con su vida, ya que se han dejado llevar por la suerte y las sugerencias. Les cuesta tener aspiraciones y fijarse metas. Exageran sus éxitos cuando los tienen y ocultan o disfrazan las limitaciones.
  • Tienden a no sentirse preparados para tomar decisiones serias por miedo a los errores y a los cambios; o pueden tomarlas impulsivamente en base a un propósito caprichoso.
  • Tienden a proyectar la culpa sobre los demás presentando dificultades para admitir los errores y aceptar sus consecuencias.
  • Amantes de la facilidad, desean nuevos retos, pero el esfuerzo que conllevan disuade su valor.
  • Su humor puede mutar de un optimismo extraordinario a una ira desenfrenada. Hacen algo parecido a una «pataleta» ante situaciones de expectativas u opiniones diferentes que pueden entorpecer sus proyectos.
  • Pueden ser solitarios o grandes oradores, pero el denominador común es que necesitan sentirse admirados y reconocidos en su tarea para ocultar su baja autoestima. Al igual que los niños buscan atención y que se cumplan todos sus caprichos, el adulto inmaduro tiene la necesidad de ganar y que todo se haga a su manera.
  • Si es posible, delegan, evitan o posponen asumir más responsabilidades. No les gusta enfrentarse ni ser enfrentados. Al igual que Peter Pan sale volando a su antojo, estos «niños-eternos» no dudan en huir cuando se enfrentan a la adversidad.

En relación con la pareja

  • Rara vez hablan de sus sentimientos, sino de sus necesidades.
  • A pesar de parecer seguros de sí mismos, necesitan mucha atención y permanentes muestras de afecto. Suelen encontrar a su Wendy o Campanilla como cualquier Peter Pan, ya que siempre hay mujeres dispuestas a ser madres de su pareja o incesantes seductoras que tampoco encuentran sus propios horizontes estables.
  • Les resulta difícil sostener un compromiso sólido, ya que están más centrados en recibir que en aportar. Suelen disfrutar más de los momentos de conquista y de lo nuevo que de los compromisos que implica alimentar una relación.
  • Tienden a ser inestables. Prefieren «ir y venir», por lo que reciben bienvenidas o reconciliaciones. A veces eligen parejas más jóvenes que les permiten perpetuarse sin tener que dar un paso más.
  • Formar una familia, lejos de entusiasmarles, les preocupa. Pueden aplazar al máximo la convivencia y los compromisos de crecimiento o asumirlos rápidamente.
  • A veces estas incoherencias no se detectan rápidamente. La imagen de trabajador, de estudiante o de padre puede llevar al espejismo de un sujeto responsable y prototipo de los mandatos sociales aceptables. El tiempo dirá si estamos ante los encantos de un hombre infantil o de un adulto egoísta; o de un hombre maduro o de un «como si» lo fuera.

¿Puede cambiar un «eterno niño»?

¡Seamos positivos! Ser inmaduro no es una condición duradera si se quiere cambiar. Reconocer que actuamos como niños en lugar de como hombres o mujeres adultos es un gran paso para mejorar. Es importante rodearse de personas que acompañen este cambio siendo comprensivos y muy pacientes.

Caer en la fantasía de cambiar a otra persona es recurrente pero, para no morir en el intento, es necesario que la otra persona quiera el cambio. La ayuda psicológica es siempre una buena opción.

Fomentar los desafíos, superarse, generar proyectos sanos y vínculos duraderos son metas dignas de elegir y del mundo adulto. Aprender que «volar» no es sinónimo de huir, sino de libertad, es un signo de madurez.

Vídeos de Hombres inmaduros

 

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