Reconciliación
Para aclarar el concepto, a continuación explicaremos lo que no es el perdón. A veces estas distinciones son esenciales para evitar que se confundan o entremezclen los conceptos.
Amar es perdonar, pero no olvidar
- Está claro que por mucho que queramos olvidar un agravio, esto no ocurrirá. No se trata de acudir a la hipnosis para borrar los recuerdos y ya está. Eso no sería perdonar sino olvidar, que es muy diferente.
- Cuando perdonas, eres libre de decidir si reanudas una relación con la persona que te ofendió.
- Al no olvidar, puedes elegir protegerte. Aunque no guardes rencor, tienes derecho a tomar medidas para evitar, en la medida de lo posible, un nuevo ataque contra ti.
- Por ejemplo, si fue tu marido quien te hizo daño, aunque le perdones, puedes optar por divorciarte de él, abandonar la casa o pedirle que se vaya.
- No olvidar es extremadamente importante. Si olvidas, volverías a ser vulnerable porque bajarías la guardia. No se trata de ser paranoica, sino de no ser ingenua… «al perro sólo se le pilla una vez». Debes cuidarte. No olvidar nunca la lección aprendida.
El perdón no es la reconciliación
Recuerda que el perdón es simplemente dejar de lado la idea de un comportamiento destructivo hacia el ofensor. En otras palabras, es un proceso interno que debes completar dentro de ti. No importa lo que ocurra en el exterior. Si no quieres reconciliarte, no lo hagas. Puedes controlar lo que te sucede.
Puedes controlar lo que te pasa, pero nunca lo que va a pasar ahí fuera. No es necesario que te obligues a hacer las cosas bien con alguien que es un grano en el culo. La gente no va a cambiar, de hecho, probablemente ni siquiera lo sienta, ¡no importa! La curación es tuya, no de ellos.
Este valor del perdón como terapia personal ha sido implementado en psicología desde los años 90, y los resultados reportados en varios artículos han sido muy positivos.
Perdonar no es renunciar al deseo de justicia
Cuando alguien te ofende de manera grave, quizás irreversible, esa persona debe pagar por su error ante la ley.
Es necesario aclarar que hacerle pagar no debe convertirse en una obsesión, porque entonces habría un deseo de venganza. Lo correcto sería simplemente presentar toda la ayuda necesaria para que las autoridades se encarguen de la persecución.
Si la ofensa no es tan terrible, es decir, no hay un proceso legal establecido que la ampare, no tienes que encargarte de hacer pagar al delincuente. Perdona y deja ir.
Tanto si crees en Dios como si no, nunca debes desear el mal a otro ser vivo, aunque tengas toda la razón. En cierto modo, buscar la justicia divina es querer que el otro se enfrente a la desgracia; analízalo y no lo hagas.
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